Redacción.- Se trata de un dispositivo diseñado a medida, comparado por especialistas con un “marcapasos cerebral”, que activa selectivamente diferentes regiones cerebrales implicadas en la depresión. El éxito de este procedimiento, liderado por investigadores de la Universidad de Minnesota, marca un hito en el tratamiento de pacientes resistentes a los abordajes convencionales.
¿Cómo funciona el implante cerebral personalizado?
El implante cerebral funciona emulando el principio de un marcapasos tradicional, pero en lugar de estimular el corazón, administra pulsos eléctricos a áreas específicas del cerebro asociadas con la depresión. La clave del procedimiento radica en su personalización, ya que el dispositivo se programa en función de un mapeo cerebral exhaustivo realizado previamente en el paciente.
A diferencia de otros tratamientos eléctricos, como la terapia electroconvulsiva, que se aplican en una misma región para todos los pacientes, este enfoque busca adaptar los impulsos según la singularidad de cada cerebro.
Tras la implantación quirúrgica de los electrodos y su conexión a baterías situadas bajo la piel de la clavícula, el dispositivo envía pequeñas descargas que estimulan distintas redes cerebrales durante un minuto cada cinco minutos a lo largo del día.
Una aplicación conectada inalámbricamente al sistema permite ajustar los patrones de estimulación en función de la evolución clínica y los registros diarios del paciente. Este grado de control representa uno de los avances más destacables respecto a las terapias anteriores.
El caso clínico: tres décadas de sufrimiento interrumpidas por la innovación
El protagonista de este avance es un hombre de 44 años que sufría una depresión severa desde la adolescencia. Desde su ingreso hospitalario a los 13 años, atravesó más de veinte tratamientos distintos, incluyendo antidepresivos, psicoterapias y terapia electroconvulsiva, sin resultados duraderos.
Incluso intentó quitarse la vida en tres ocasiones. Según el neurólogo Damien Fair, es uno de los casos “más severos” de depresión resistente conocidos.
Mapeo cerebral y cirugía para un tratamiento a la medida
El procedimiento comenzó con una resonancia magnética de 40 minutos, que permitió al equipo cartografiar las cuatro grandes redes cerebrales asociadas a la depresión: la red de prominencia, el modo predeterminado, la red de modos de acción y la frontoparietal.
Se descubrió que la red de prominencia del paciente era cuatro veces más grande de lo habitual, lo que podría explicar la severidad de sus síntomas.
La cirugía cerebral consistió en implantar cuatro grupos de electrodos a través de dos pequeños orificios en el cráneo. En una fase inicial, los electrodos se conectaron a cables externos para monitorear los efectos inmediatos de la estimulación de cada red.
Los resultados fueron inmediatos. La estimulación de la red del modo predeterminado provocó una oleada de alegría en el paciente, quien lloró de emoción: “experimentó la alegría por primera vez en años”. Las otras redes también produjeron efectos positivos, como calma emocional, mayor concentración y mejor toma de decisiones.
Recuperación y esperanza
El dispositivo fue integrado al día a día del paciente, quien pudo controlar y ajustar la estimulación. A las siete semanas, ya no tenía pensamientos suicidas, y a los nueve meses cumplía con los criterios de remisión clínica. La mejoría se ha mantenido por más de dos años y medio, salvo una breve recaída durante la COVID-19.
El especialista Mario Juruena, del King’s College de Londres, calificó los resultados como “asombrosos” y destacó su potencial para transformar el abordaje de la depresión resistente.
El equipo subrayó además que esta tecnología requiere menos recursos computacionales y menos tiempo de hospitalización que otros métodos de estimulación cerebral.
Aunque se trata de un caso individual, los investigadores planean ensayos clínicos más amplios en los próximos años para validar el tratamiento y extender su aplicación.
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