REDACCIÓN.- Joseph DeAngelo, conocido como el “asesino del Golden State”, fue responsable de una de las oleadas criminales más violentas y prolongadas en la historia de Estados Unidos. Durante los años 70 y 80, cometió al menos 13 homicidios, más de 50 violaciones y decenas de robos que mantuvieron en vilo a once condados de California.
Su método era tan escalofriante como sistemático: irrumpía de noche en viviendas familiares, ataba a sus víctimas, abusaba sexualmente de mujeres frente a sus parejas y en muchos casos las asesinaba antes de huir. En otras ocasiones, se tomaba el tiempo de comer, beber o llevarse objetos personales como trofeos.
El inicio de su carrera criminal se remonta a 1974, en la ciudad de Visalia, donde se ganó fama como ladrón serial. Sin embargo, pronto escaló a crímenes más violentos, convirtiéndose en el llamado “violador del Área Este”. La falta de coordinación policial en esa época cuando no existía comunicación fluida entre departamentos le permitió permanecer invisible durante más de una década, aprovechando las grietas del sistema mientras perfeccionaba su brutal modus operandi.
Lo que nadie sospechaba era que detrás de esa máscara de horror se encontraba un expolicía que había trabajado en los departamentos de Exeter y Auburn. Tras perder su puesto por un robo menor, DeAngelo llevó una vida aparentemente normal: formó una familia, trabajó en un supermercado y se mantuvo como un vecino reservado. Esa doble vida lo protegió de las sospechas durante décadas.
El giro en la investigación llegó en 2018 gracias a un avance científico: la genealogía genética. Investigadores del FBI lograron cruzar el ADN recolectado en las escenas de crimen con perfiles de plataformas familiares en línea. Esa técnica permitió rastrear el árbol genealógico de DeAngelo y confirmar su identidad mediante una muestra de ADN obtenida de un pañuelo desechado.
Finalmente, en abril de ese mismo año, el exagente policial fue arrestado. En 2020, ya con 74 años, se declaró culpable de los asesinatos y admitió decenas de violaciones, evitando así la pena de muerte a cambio de una condena de cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional. Para las víctimas y sus familias, el veredicto trajo un alivio parcial tras décadas de miedo y silencio, aunque la policía sospecha que pudo haber más crímenes no esclarecidos.
El caso del “asesino del Golden State” no solo destapó las fallas en la coordinación policial de la época, sino que también abrió un debate nacional sobre el uso de datos genéticos en investigaciones criminales. Su captura, después de más de 40 años de impunidad, se convirtió en un hito que cambió para siempre la forma en que se resuelven casos de crímenes violentos en Estados Unidos.
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