Redacción.- El diagnóstico de cáncer de próstata del expresidente estadounidense, Joe Biden reaviva la atención pública sobre una enfermedad que afecta a millones de personas.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se diagnostican alrededor de 1,5 millones de casos nuevos cada año a nivel mundial.
Desde la Sociedad Americana Contra el Cáncer afirman que el cáncer de próstata es el segundo tipo de cáncer más frecuente entre los hombres en Estados Unidos, después del cáncer de piel, y una de las principales causas de muerte oncológica en ese grupo.
Según el Instituto Nacional del Cáncer de EE.UU., aproximadamente uno de cada ocho hombres en ese país recibirá este diagnóstico a lo largo de su vida.
La próstata es una glándula del tamaño de una nuez que forma parte del aparato reproductor masculino. Se ubica justo debajo de la vejiga, delante del recto, y rodea la uretra, el conducto que transporta la orina. Su función principal es producir parte del líquido que compone el semen. A medida que los hombres envejecen, tiende a aumentar de tamaño, lo cual puede provocar -en algunos casos- dificultades urinarias, aunque esto no necesariamente indica la presencia de un tumor maligno.
Según la Sociedad Americana Contra el Cáncer, el cáncer de próstata se inicia cuando las células de la glándula comienzan a multiplicarse sin control. La mayoría de los casos corresponden a adenocarcinomas, un tipo de cáncer que se origina en las células glandulares responsables de producir el líquido prostático. Otros subtipos, como los carcinomas de células pequeñas o los sarcomas, son menos frecuentes.
Sus causas exactas aún no se conocen completamente. Sin embargo, estudios citados por la Mayo Clinic y MedlinePlus identifican varios factores de riesgo asociados:
- La edad, especialmente después de los 50 años.
- Los antecedentes familiares.
- Ciertas mutaciones genéticas heredadas.
- La obesidad y el tabaquismo
El diagnóstico de la afección suele iniciarse con pruebas de detección recomendadas a partir de los 50 años, o incluso antes en personas con antecedentes familiares. Dos estudios iniciales son fundamentales, según explican desde el Instituto Nacional del Cáncer de EE.UU.: el examen digital del recto, mediante el cual el médico palpa la próstata a través del recto para detectar irregularidades, y la medición del antígeno prostático específico (PSA), una sustancia producida por la próstata, en sangre. Valores elevados de PSA no implican necesariamente un cáncer, pero pueden indicar la necesidad de más estudios.
Si los resultados son sospechosos, se recurre a una biopsia prostática, que consiste en extraer tejido anormal para ser analizado. Este procedimiento permite determinar si hay células malignas y, en ese caso, su grado de agresividad a través del puntaje de Gleason.
Este sistema clasifica los tumores según cuán anormales son las células cancerosas y su velocidad de multiplicación. Las puntuaciones más bajas (6) indican tumores de crecimiento lento, mientras que las más altas (9 o 10) corresponden a tumores agresivos.
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